jueves, 28 de junio de 2018

Hay cosas que el dinero no puede comprar



Hoy me pasó algo, ni siquiera sé si es digno de ser contado. Sólo sé que me sirvió para verme reflejada de los dos lados del espejo, para bajar un cambio y pensar.
Iba yo, como siempre de acá para allá sin escalas.
Llevaba a mi hijo a la psicopedagoga. La misma atiende en la Horqueta, un barrio de nuevos ricos, casas muuuy bien puestas, parques inmensos, colegios privados de altísimo nivel, rubias en camionetas 4x4, suficientes detalles para la introducción.
Donde yo tenía que llegar era sobre una calle de doble mano donde no estaba permitido estacionar en ninguna de las dos márgenes y como la cuadra es bastante larga, la única opción que tenía era parar sobre la vereda, pero esa opción ya había sido utilizada por dos autos y un remolque por lo que el lugar que quedaba era demasiado justo para maniobrar sumado a la impaciencia de la fila de autos que me seguía por detrás.
Así que sin pensar demasiado avancé unos metros y subí a la vereda de la casa lindera, dejé las balizas encendidas e hice bajar a mi nene y lo llevé raudamente para entregarlo a la licenciada. Lo primero que le dije era que me volvía al auto porque lo había dejado mal estacionado y quería encontrar un lugar mejor. Pude haber tardado 4 minutos en hacer esto último. La señora con buen tino me dijo que sí, que era conveniente que quitara mi auto de ahí porque la vecina resultaba problemática.
Así que ligero volví al auto y me subí cuando veo que una mujer se aproxima con el paso acelerado y gesticulando, cosa que no me hizo dudar ni un instante que se trataba de la vecina conflictiva.
Como se dirigía hacia mí y hablaba yo bajé mi ventanilla como corresponde para escucharla aunque ella gritaba y casi no hacía falta el cortés gesto.
La señora de muy mal modo empezó a quejarse de que la gente se “cagaba” en el otro, de que con mi auto le arruinaba el pasto (inexistente por cierto) y el sistema de riego. Pensé, “que grositud”, sistema de riego en la vereda, pero tampoco lo ví, pues si lo hubiese visto no iba a ser tan necia de arruinarle algún artefacto que estuviera a la vista.
La escuché sin prestar mucha atención a lo que decía y luego le contesté con toda serenidad, que lo mejor era que se calmara, ya que le iba a hacer mal semejante exabrupto. Que yo tenía mis razones para haberme detenido ahí pero que estaba bien que me retiraba en seguida, a lo que ella siguó con su iracundo discurso y amenazas de denuncias. (¿?)
Lógicamente me retiré, me costó bastante encontrar un lugar ya que se ve que en ese barrio la gente no estaciona en las calles, todos tienen sus cocheras y entrada para sus visitas intuyo, pero yo estaba ahí simplemente de paso.
Cuando encontré un lugar tranquilo con un poco de temor a que saliera un frentista enfurecido, paré mi auto, agarré una papeleta, una birome y le escribí.

“Estimada señora:
No nos conocemos, lamentablemente me crucé con usted y la noté alterada en su estado de ánimo. [por no decir mental]
Me dio pena y me atrevo a decirle que esa actitud en la vida le va a hacer mal a su salud.
Le recomiendo, y esto por experiencia propia que se relaje. Hay motivos realmente importantes por los cuales hacerse mala sangre.
La pobreza, la inseguridad, la injusticia social, la enfermedad, etc, etc, etc. [que un niño extrañe a su papá a quien no puede abrazar, no tener un mango y no saber que vas a comer mañana, que se te muera tu hermano menor y deje un nene chiquito, el desconsuelo de una madre que pierde a una hija adolescente…]
Utilizar la misma energía con la cual se dispuso a agredirme sin conocer mis circunstancias para cosas productivas como por ejemplo ayudar a los que necesitan, que son muchos por desgracia.
Que tenga linda tarde y buena vida.”
Lo que esta entre corchetes lo agregué en este texto.

Y del reverso le reproduje el la viñeta que publico arriba.
Regresé a buscar a mi hijo, estacioné mi auto en el lugar donde debía al principio y le dejé la papeleta en el buzón.
Luego me fui.
Al principio dije que esta historia me sirvió para verme reflejada de los dos lados. Muchas veces me encuentro gruñona y amargada. En guerra con el mundo y con la gente. No me gusta esa versión mía. Pero últimamente decidí bajar un cambio, no darle importancia a las cosas que no la tienen. A los escollos que se pueden solucionar con dinero por ejemplo. Porque lo más valioso y digno de cuidado es lo que no se puede comprar. El tiempo, la salud, el amor… me puse pelotudamente sensible y cuando estaba volviendo paré en un semáforo.
Ahí había un mendigo repartiendo estampitas. Un tipo de treinta y tantos años. Caminaba entre los autos descalzo y sus pies, con sus huesos todos deformados.
Manoteé de mi billetera uno de los pocos billetes que tenía. Lloré. No pude contener las lágrimas a pesar de que lo tenía al nene sentado atrás mío. Lloré por él, por mí, por todos los que darían todos sus bienes materiales por recuperar a quien perdieron, por arreglar lo que se rompió. Lloré, lloré y lloré hasta que llegué a casa.

martes, 26 de junio de 2018

03-03-5456…


Yo stalkeo, tu stalkeas, él stalkea, ella…
Yo he stalkeado (pretérito perfecto comupuesto del verbo inglés castellanizado que significa espiar, acosar o perseguir).
Yo lo he hecho, por distintos motivos sobre todo por curiosidad. Averiguar quién es alguna persona, o qué es de la vida de un viejo conocido, saber sobre el pasado de alguien, etc.
Distintos motivos que no dejan de atenuar el hecho de que stalkear, está mal.
A quién no se le ha escapado un like sin querer al pasar el cursor sobre algún perfil de una red social, y en seguida ha deshecho el error sin tener en cuenta que la red avisa al propietario del perfil la acción momentánea que nos deja en total exposición. Si nos pasó y sentimos al instante vergüenza o arrepentimiento, es porque sabemos que lo que estamos haciendo no es correcto.
Pero una cosa es espiar y otra un poco más grave es acosar. Ya cuando el impulso se transforma en hábito, deberíamos pensar por qué lo hacemos, cual es nuestro móvil. Hablo de móvil como si se tratara de un crimen. A lo mejor no es tan grave pero cuando una de las partes no sabe y por ende no está de acuerdo, ahí entran en duda las buenas intenciones del que espía.
Y cuando el hábito se transforma en vicio ya es como una droga. No me alcanza con la dosis básica y voy por más. Entonces empiezo a establecer otro tipo de contacto. Llamo por teléfono, ¿para controlar? ¿Para ver si escucho algo de fondo que me dé algún indicio de algo? Y cuando eso ya no me alcanza comienzo a merodear, a pasar por su casa, por los lugares que frecuenta y ufff. ¿Más y más? Quién sabe.
Es como una adicción sí.
Si llegás a eso, charlalo con tu analista. Si recién estás incursionando en el ciber espionaje, cuídate. Es un viaje de ida.
Si tu vida es plena y no necesitás saber qué es de la vida del otro para ser felíz, no sos de este planeta jaja.
Pero bueno, todo en su justa medida.
He decidido dar de baja la línea fija para que no me rompan más las bolas. Ni Jorge Macri ni nadie. Estoy avisando.
Si me quieren ubicar, les dejo el número de mi tía Raffaella. Ella me pasa todos los mensajes.
03-03-456. Chausito.

Carlota, Plastilina y otras cosas más

  Hola a todos!. Hace mil que no muevo esta página y no por que no haya hecho nada durante todo este tiempo. Hoy les quiero contar que en mi...