Así también se dejó de cortejar como en tiempos de nuestros padres. Incluso supongo que hasta las costumbres de mi generación (los que pasamos hace rato los 40) son muy diferentes de las de los jóvenes de 20 que aunque contemporáneos nos separan abismos en nuestras formas de actuar. Hoy las redes sociales consumen de cada uno un alto porcentaje de las horas del día. Y por ellas nos enteramos de la vida de la gente que conocemos más o menos porque el tiempo que perdemos en otras cosas (uso de redes sociales por ejemplo), hace que no podamos encontrarnos en carne y hueso. Y es por ese medio una se entera hoy que "está en una relación con..." Bueno, no es que no lo supiera. Es que me choqué en mi muro con semejante declaración de amor... Sí, porque yo lo tomé así, de alguien que decidió comunicarle a su mundo que comparte su corazón conmigo. Después de tanto tiempo, de tantos ungüentos, como dice la canción... Quien hubiera dicho que con un acto tan cibernéticamente pequeñito, podían dibujarme en este día frío y gris una sonrisa tan enorme.
lunes, 21 de agosto de 2017
El amor en tiempos modernos
En la pacata sociedad norteamericana un hombre hincado sobre su rodilla frente a su pareja de pie es una imagen inequívoca de una proposición al compromiso matrimonial. Aunque esa costumbre esté lejos de nuestros hábitos la reconocemos y no dejamos de emocionarnos como mantequitas cuando la vemos. En nuestra cultura ya se dejó de pedir la mano. (A lo sumo se pide la clave de wifi, el currículum o el veraz).
domingo, 6 de agosto de 2017
Pensamiento sin título
“Para qué lo vamos a hacer si en algún momento nos vamos a ir…?”
Puedo asegurar que me cansé de escuchar esa pregunta/respuesta por parte de quien era mi marido durante unos cuantos largos años. Y de la mano de esa misma frase postergamos un montón de mejoras en nuestra pequeña y modesta casa, modesta pero en definitiva nuestro hogar.
Tantas veces dejé de lado el darme un simple gusto sin grandes pretensiones por considerar que no era el momento adecuado, o porque decidí (o decidieron por mí) destinar el esfuerzo a algo urgente o más importante, al menos eso pensé creer.
Como cuando uno tiene una botella de buen vino y no lo abre en espera de la ocasión perfecta y esta nunca llega. O como si quien está con vos reserva esa botella preciada para compartirla con un ser especial pero jamás la abre, es porque ese alguien especial claramente no sos vos.
Yo nunca, jamás entendí la pregunta/respuesta de mi ex marido:
“Para qué lo vamos a hacer si en algún momento nos vamos a ir…?”
Hasta que un día llegó ese momento de irse y se fue. Claro, se fue sin mi. Y sin hacer lo que había que hacer conmigo a hacerlo (o a postergarlo) con alguien más.
Y yo que aquí quedé, entre agujeros y telarañas me dí cuenta de que mi momento personal de hacer, y de beber ese exquisito vino, había llegado.
Comparto, con mis nenes hoy, no el vino, pero el fruto de mi esfuerzo para que ellos vivan modestamente mejor.
Puedo asegurar que me cansé de escuchar esa pregunta/respuesta por parte de quien era mi marido durante unos cuantos largos años. Y de la mano de esa misma frase postergamos un montón de mejoras en nuestra pequeña y modesta casa, modesta pero en definitiva nuestro hogar.
Tantas veces dejé de lado el darme un simple gusto sin grandes pretensiones por considerar que no era el momento adecuado, o porque decidí (o decidieron por mí) destinar el esfuerzo a algo urgente o más importante, al menos eso pensé creer.
Como cuando uno tiene una botella de buen vino y no lo abre en espera de la ocasión perfecta y esta nunca llega. O como si quien está con vos reserva esa botella preciada para compartirla con un ser especial pero jamás la abre, es porque ese alguien especial claramente no sos vos.
Yo nunca, jamás entendí la pregunta/respuesta de mi ex marido:
“Para qué lo vamos a hacer si en algún momento nos vamos a ir…?”
Hasta que un día llegó ese momento de irse y se fue. Claro, se fue sin mi. Y sin hacer lo que había que hacer conmigo a hacerlo (o a postergarlo) con alguien más.
Y yo que aquí quedé, entre agujeros y telarañas me dí cuenta de que mi momento personal de hacer, y de beber ese exquisito vino, había llegado.
Comparto, con mis nenes hoy, no el vino, pero el fruto de mi esfuerzo para que ellos vivan modestamente mejor.
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