jueves, 17 de mayo de 2018

Darth Vader y un burro

Ibamos por ahí, como un sábado cualquiera, trayecto Olivos/Ballester por adentro, como digo yo. Doblo en una esquina y el poco tránsito se frena, la calle angosta obstruida por un vehículo de gran porte. Que palabras importantes para llamar al Trencito de la Alegría… Oli me reprocha mi poca creatividad para celebrar sus cumpleaños. Yo lo llamo escasez de recursos, presupuesto acotado, vacas flacas, no tener un mango. Después imagino para adentro las expresiones de las madres waldorf del grado al ver subir a sus hijitos a un colectivo con música de cumbia y regaetón al mango. Sonrío al recrear la situación en mi mente.
Me impaciento cuando del trencito empiezan a bajar pibes y más pibes y la espera pasado el mediodía y sin almorzar se parece a la agonía.
Pero… al terminar de bajar el último crío veo que se asoma por la puerta trasera un bulto banco. Casco blanco. Armadura blanca. Sorprendida solo atino a gritar “Miren!!” a mis hijos que obviamente miran conmigo desde atrás.
No termino de gritar miren! que asoma un casco, esta vez negro. Reluciente de plástico pulido, bajo el mismo yelmo se yergue (las dos con “Ye”) ÉL, con su capa negra, su silueta imponente, un poco entrado en kilos, el mismísimo padre de la criatura. Darth Vader. Como un niñito que presencia cara a cara la llegada de papá Noel en pleno mayo quedo atónita y solo me alcanza el aliento para balbucear badagjjjj dgagggdjjjelllll….. Y no sé que decir, no sé que hacer. Sólo saco mi brazo por la ventanilla y lo extiendo, con los dedos en pinza, con ese gesto que sólo él y yo comprendemos (y mis hijos atrás). Entonces se acerca y con sus dos manazas enfundadas en gruesos guantes rodea mi cuello y presiona sacudiendo levemente mi cabeza con ademán de sofocarme.
Reímos… Al menos creo que él ríe, porque no puedo ver el rostro debajo de la máscara.
Los bocinazos de atrás me despabilan del maravilloso dulce sueño y arranco. Pensando si a ese regordete y reciclado Anakin la fuerza lo acompaña o lo dejó solo en el río de lava.
Al instante se me ocurren mil palabras y frases que debía haber intercambiado con mi héroe, o hasta haberme tomado una selfie, pero ya es tarde para volver atrás, pues ya debe estar en un patio familiar tomando unas cocas con el Storm Trooper y la horda de infantes hiper estimulados de azúcar.
La adrenalina se va aplacando en el camino y al emprender el regreso y doblar por otra esquina, alcanzo a ver rumiando el pasto de la vereda, a un burro.

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