Mirarlos
en el patio del colegio cambiando figuritas del álbum del mundial…
Mi hijo Oliver Vladko (Vladko es el
segundo nombre de mi hijo menor que es diminutivo de Vladimir y significa “rige
con grandeza” también “rige en paz”).
Mi hijo Oliver Vladko, como decía más
arriba en medio de la reunión de niños que intercambian retratos, banderas y
estadios es un confeso anti fan del fútbol, sin embargo, quién puede resistirse
a ese fenómeno social que generó una fiebre justificadamente consumista que
afectó tanto a los chicos como a los padres.
Y no lo digo como crítica porque si de
algo sirvió (además de fundirnos los bolsillos) fue para fomentar un interés
común en algo que aunque sea efímero sirve de un modo u otro para aprender
sobre países, historias, y por que no, valores como la paciencia y la
solidaridad.
Este es el primer mundial donde los
chicos de 8 años tienen conciencia y pueden albergar recuerdos de emociones y
tristezas. Este año armamos un fixture donde anotamos los resultados de los
encuentros tratando de que se despierte un mínimo interés en mi hijo anti
fútbol.
Tuvimos desilusión de dejar atrás a
Argentina de forma prematura y la bendición de ver a nuestra querida Croacia
llegar tan lejos. Si le preguntás hoy a un chico, qué sabe de la vida, es muy
probable que te diga que es el defensor de Croacia que metió el gol
contra Rusia.
Ayer al volver de un trámite, me abrieron
la puerta mis cachorros exultantes de alegría a la vez que al unísono me contaban
que faltaban 5 minutos para que Croacia le ganara a Inglaterra para pasar a finales de la copa del mundo.
Croacia, nuestra querida Croacia. Y es
que mis niños para quien lo ignora, nacieron con derecho a la ciudadanía
balcánica a través de su padre y gracias a su abuelo Dubravko, que vino desde
Zagreb hacia finales de los ’40 con su madre y sus dos hermanos a encontrarse
con su padre quien había abierto un camino de duro trabajo aquí en un país tan
lejano pero muy parecido por la calidad de su gente.
Y así fue como Úrsula Vinka y Oliver Vladko
heredaron no sólo el adn de su sangre y un papel que los hace mitad croatas, sino un
cúmulo de tradiciones, una mochila de historia que viene de un país que luchó
para salir no hace tanto tiempo del yugo hacia la libertad.
Y ellos tienen la fortuna de atesorar las
anécdotas de la infancia de su dida Duky, de inviernos nevados, de hambrunas de
guerra, y también las recetas de la bisabuela, la dobos torta, los cevapcici, la
kremsnite, las galletas navideñas de miel y jengibre de la tía, los huevos
pintados con la abuela para pascua, la leyenda de Sveti Nikola y el Krampus,
las canciones que se cantaron en todas las reuniones familiares (algunas me las
aprendí por fonética sin saber una palabra de lo que decían), los chistes del tío y la complicidad de todos para no reirnos y tantos, tantos
tesoros invaluables de esos que se guardan en el corazón.
Y aunque quien les habla tiene la sangre
tana por donde se la busquen su sueño en cuadrillé rojiblanco se desvela por
esos dos pequeños energúmenos que le abren la puerta felices por el resultado
de un partido. Dos pequeños luchadores, como esos once croatas que corren tras
el balón.
Gracias por compartir en forma de anécdotas tan atesorados Recuerdos...y que inmenso mundo interior alberga cada alma, cual inigualable tesoro es bellísimo descubrirlo
ResponderBorrarOliver Vladko Croata argentino salud!!!
Gracias x día a día pintar tan bien cada cuadradito del cuadrille de la vida y por forjar el carácter de dos grandes luchadores, que no serían lo que son sin vos
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