lunes, 10 de septiembre de 2018

Hay una fuga en la sala.

El sábado a la tarde, luego de un día intenso de actividades con los chicos dije, bueno, ahora me toca a mí… Así que me cambié, me arreglé un poco, sólo un poco, subí con los chicos al auto rumbo al York. Había leído que había función de Last Call, de Gabriel Chame Buendía, y era mi oportunidad de verlo sin pagar, como siempre.

Llegamos una hora antes, como decía la convocatoria para retirar las entradas. No había mucha gente, pero la espera se hizo tediosa. Mis dos hijos aburridos, impacientes, preadolescentes. Si bien no es un espectáculo para niños me llamó la atención ser la única "desubicada" que asistía con dos menores de edad. Pero mis hijos están acostumbrados a acompañar a su madre a los lugares menos ortodoxos...

Qué público tan cool, alcance a balbucear, y no porque el prestigioso clown no lo mereciera, pero había algo en el ambiente que no me cerraba.

Cuando dieron sala mi hijo menor corrió directo a la primera fila. Le dije con buen tino, "No! No hagas eso!" No sólo porque no se ve del todo bien desde tan cerca, sino que tengo un mal presentimiento acerca de esto (citando al célebre Han Solo).

Alcanzó el crío a acomodarse al lado mío en la fila 3, al centro, cuando la presentadora anunció de qué la iba el evento de la noche.

Al instante me di cuenta de todo. No era 15 de septiembre. Era 8 ese sábado y faltaba exactamente una semana para la obra que yo tanto ansiaba ver.

Lo de esa noche era una entrega de premios a directores de fotografía de cine... Una entrega de premios por películas que jamás había visto ni vería en mi vida... Todo muy lindo pero, no.

Comenzaron los agradecimientos y mi mente a discurrir pensando en como hacía para ponerme de pie y retirarme con mis dos pibes de la fila 3 al centro, antes de la entrega del premio a la primera mención especial... sin que parezca un papelón, o un acto sin sentido.

La mina se come una espera de una hora y se toma el palo a los 7 minutos de empezado el evento.

Hice de tripa corazón agarré a los chicos de la mano y me fui caminando de costado, como un egipcio. Salimos raudamente cual bomberos de emergencia. Sin mirar atrás por miedo a convertirnos en sal.

El sábado 15 no vayan al York. No vale la pena. Y si aun con curiosidad ven a una señora con dos niños con cara de aburridos. Hagan de cuenta que no saben nada de esto que les conté.

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