martes, 16 de octubre de 2018

Qué bonita vecindad

El vecino del 4to es un hombre joven. Tiene dos hijitas, mellizas ellas. Las nenas son bonitas, menuditas, simpáticas. El pibe, el padre digo, es un caso estrafalario. Es el tipo buena onda tipo Ned Flanders, buena onda dije? siempre amable, siempre presente… muy presente. No tengo idea de a qué se dedica pero se lo puede escuchar todas las tardes, jugando con sus hijas. Todo muy lindo hasta que estás cabeceando una siesta o concentrado en un laburo (días hábiles y/o festivos de guardar) y te despabila de un piedrazo con su voz estridente. Es muy parlanchín, muy entrador… demasiado para mi gusto y se la pasa hablando en altoparlante en la parte exterior de mi ventana en un dialecto que usa tutú, wawau, pepé, y otras balbuceadas que no me interesan revivir.

La vecina del 3ro es una señora con todas las letras. Su hogar le hace sombra a las publicidades de productos de limpieza. Ni una partícula fuera de lugar, ni una telaraña, lo que pone en total evidencia mi ineptitud absoluta como ama de mi propia casa. Los otros días cayó un patrullero y por no encontrar el timbre hicieron las correspondientes palmas a las que yo, por estar al pedo y más cerca de la puerta acudí instantáneamente. Se trataba al parecer de una denuncia por violencia de género, la que alarmada desconocí porque en casa por ahora hay muchas cosas raras pero no hay ni violencia, ni siquiera género, así que deduje con grandes vacilaciones que podría tratarse de la vecina antes mencionada y con ella derivé a los efectivos de la fuerza. Dicen los chicos –me refiero a mis menores- que el señor de la casa está preso, yo lo tomo como de quien viene, y atribuyo tamaña ocurrencia a la fantasía de dos criaturas que a Dios gracias todavía gozan de gran candidez.

El del 1ro es un hombre solitario en estado de segunda soltería por elección, vive en un hermoso caos muy parecido al mío. Es un tipo muy buena onda y solemos hacernos favores de los que se pueden contar a cambio de una lata de cerveza y unos maníes. Ambos guardamos secretos mutuos que sabemos que jamás verán la luz y es lo que como vecinos nos mantiene en buena relación.

Los de al lado son un caso más complejo. Una familia muy a la italiana, hermanos, cuñados, tíos, futuros nietos y perros entran y salen sin saber muy bien quién es de aquí y quien de allá. Los otros días me toca el timbre un muchacho preguntándome si yo conocía a la pedicura que trabajaba en la peluquería de al lado. La verdad es que yo no conozco a nadie, soy bastante poco sociable si no tengo ganas, luego me enteré que el pibe le había perdido el rastro porque el pobre peluquero había pasado a mejor vida hace unas cuantas semanas. Ayer, estaba yo trabajando en silencio concentrada cuando comencé a escuchar una fuerte discusión donde una acusaba de chorra a la otra y en breves momentos se acercaban dos efectivos policiales (otra vez) a intervenir en el asunto. Parece que la viuda del estilista se debatía con la ex acerca de no sé que documentación guardada en el local, o tal vez algún cepillo de brushing. Un típico caso de riña familiar con un occiso en pleno proceso de enfriamiento.

A la del 2do la conozco de vista. Es una mina de mediana edad (o veterana que aparenta menos) que vive con sus dos hijos. Parece que trabaja en su casa, no se sabe muy bien a qué se dedica pero de vez en cuando recibe clientes. Se la pasa entrando y saliendo con los dos hijos, sube y baja de su auto más de 5 veces por día. Del marido se sabe poco y nada. Hace ya un par de años que no se lo ve más por el barrio, salvo en una ocasión, que dicen lo vieron
 salir de una enorme caja de cartón para sorpresa las criaturas. De ahí que se puede deducir que sigue con vida. Dan un poco de pena. Nunca nadie se atrevió a preguntarles qué les pasó. Tienen un perrito blanco muy simpático al que pasean casi siempre a altas horas de la noche. Y la extraña mujer tiene también exóticas costumbres como escribir frases y dibujos en pizarras, entrar y salir con muñecos gigantes y objetos estrafalarios. Son realmente, la rareza de la cuadra.

Podría hablar del vecino juez, del loco de las alarmas que se la pasa calzado por no decir alzado, de los muchachos de la garita. Podría hablar muchas cosas de la gente de esta cuadra, gente de la cual no conozco nada y la mayoría me lo imagino.

La única persona normal del barrio creo que soy yo. Nada fuera de lo que se pueda esperar. Igual prefiero pensar que somos únicos, que somos especiales en esta bonita vecindad.

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