Los viernes temprano sintonizo una radio que casi diría yo, suena solo para mí. Un locutor con voz entusiasta anima a la escuálida banda de oyentes a seguir remando y corona su pensamiento parafraseando con voz desentonada el tema "avanti morocha" tan trillado, tan lleno de lugares comunes, tan lleno de poesía barata, tan que nos gusta tanto.
No tires la toalla que hasta los más mancos la siguen remando. Remando… remando repito mientras el sol rajante de la 1 menos 25 atraviesa mi fina cabellera, la raya al medio se pone colorada, es que ya comienzan los calores bravos del mediodía y empezamos a tener una edad en que no nos da lo mismo salir a la calle sin protección.
El hijo de puta del 60 que viene por Paraná, dobla una cuadra antes por Talcahuano, desviando su recorrido habitual y podría apostar a que quiere zafar de éste semáforo que dura 15 segundos y te agarra 15 veces en la fila yo hago eso con frecuencia por eso lo digo. Pero el hijo de una re mil dobló antes cagándose en que yo estoy ahí hace media hora, porque como sé que pasa y 25, salí y a las 12 de casa pero ahora que lo perdí tengo que esperar hasta la 1 y a esa hora tengo que estar en el cole retirando al nene.
Más que manca me siento con los brazos amputados, pero con la necesidad de tomar decisiones prácticas y rápidas, comienzo a caminar por Fleming, por la vereda de la sombra aunque esa vereda a minutos de la 1 de la tarde tiene tanto sol como la mismísima vereda del sol. Mientras camino la primera de las 20 cuadras que me separan de mi destino pienso en las ya incontables veces que recorrí no cuadras sino decenas de kilómetros en carreras, pero claro, nunca, nunca es lo mismo. Mis zapatitos, mi vestido, mi cartera, mi motivación y mi estado mental no es el mismo, y luego de caminar 50 metros mi cabeza comienza a mandar los mensajes de cuán injusta ha sido la vida conmigo, y que hace rato lo único que hago es tapar un agujero sacando la mano de otro y ya todo a mi alrededor comienza a hacer agua. Somos dramáticas las minas sin duda.
Perdida en mis pensamientos llego a Entre Ríos. El asfalto me resulta caliente, más de lo esperado y cuando bajo la mirada veo que mis pies ya no están ahí. Dos prolijos muñones, prolijos de limados por la piedra se apoyan sosteniendo mi acalorado cuerpo. Sigo mi camino pensando en cómo llegué a ese estado y cuando subo las escaleras del cole mis piernas ya no están ahí, me las habrán cortado como al 10? Sólo soy un torso con cabeza, es todo lo que queda de mí. Un pedazo de carne suficiente para recibir el tierno abrazo de mi hijo que sale contento de verme.
Emprendemos el regreso, la sube está cargada.
No tires la tohalla que hasta los más mancos la siguen remando.
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