viernes, 2 de marzo de 2018

Vale oro


Hace poco tiempo atrás mi hija mayor me confesó, sentada a mi lado algo que de veras me hizo pensar.
“Cuando sea grande quisiera ser como Vale”
–Como Vale? Pregunté sorprendida…
“Vale vive sola, es soltera, tiene un perro…” completó.
Vive sola, es soltera, tiene un perro… y esas tres cortas sentencias dispararon en mí un montón de sensaciones encontradas.
Por un lado es bastante lógico que una pequeña de casi 12 años tome distancia de su madre y comience a identificarse con adultos jóvenes y exitosos. Eso debería haberme deprimido si lo veía desde esa óptica, pero se trata de Vale. De la Vale que todos conocemos.
A decir verdad yo también quisiera ser como Vale. No es que reniegue para nada de los caminos que yo misma elegí transitar. Quisiera ser como Vale salvo que para empezar me sobran 10 años.
Y Vale es así, un ícono por donde se la mire. Tiene una pechuga envidiable, es cool para vestirse, vive en un loft, en un condominio con piscina. Tiene mano para las plantas, conoce el mundo, tuvo muchos novios, tiene el perro más lindo del mundo… y puede automedicarse!!!!
Pero lo mejor de Vale no es eso. Es su gran sentido del humor, su sensibilidad por el arte, su inmensa generosidad, su amor por la naturaleza y su carácter vulnerable.
Tantas cosas atractivas tiene Vale que entiendo a la perfección por qué mi hija quisiera ser como ella y no tanto como yo.
Pero hija, no todo lo que brilla es oro, tengo ganas de contestarle como para achicar un poco la brecha que su fantasía impone entre nosotras.
Me contengo porque no será oro, pero es una hermosa joya. Es el dije perfecto en el collar de amigas que me cuelgo al cuello para sentirme mucho más hermosa. Si ella no estuviera, yo sería fea.

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