martes, 12 de diciembre de 2017

Mientras me tomo una sopa.

Un publicista drogón (no se por qué siempre pienso que los publicistas
se drogan) una vez se le dio por inventar el prototipo de la
felicidad e invento una publicidad de sopa. En esa propaganda
hay una familia sentada a la mesa. Familia tipo, matrimonio joven,
dos niños, nena y varón preferiblemente, un golden retriever, perro
de familia felíz por excelencia. Una mesa rebosante de alimentos sanos, mucha verdura.
La cálida luz del sol que entra por un ventanal donde se puede
ver un hermoso parque con árboles.
Mi versión de la felicidad, si se puede llamar así es: mujer madura
sola con dos niños, nena y varón también y un hámster, sentados a
una mesa semicircular en un living pequeño y oscuro. Toman sopa
de puntos. Porque no es de letras sino de puntos compuesta de puntos
seguidos, suspensivos, apartes, dos puntos, diéresis y puntos de
las íes. Con queso rallado y trocitos de queso fresco derretido. Se
cuentan lo mejor y lo peor del día.
Más tarde, cuando los niños ya duermen, se ve a la madre armando
algo. Como si fuese un rompecabezas. Con los pedazos rotos
de viejos momentos felices, una nueva felicidad, recauchutada, pero
nueva al fin.

La felicidad jaja jaja…

lunes, 4 de diciembre de 2017

Postales

Postales mentales de mi infancia. El viaje a Chapadmalal con el Citroen 3cv
de mi mamá, que se quedaba cada 50 km. Las tardes de juego en el ombú
de Laprida, hoy entreno en ese lugar que no cambió nada. Los veranos en
Castelar en la casa de mi abuelo con su inmensa pileta con trampolín y la
casa en el árbol. Los mediodías en lo de mi abuela y los alfajores Jorgito que
ella me regalaba. La parra en el patio, el cardenal, pisar las uvas para hacer el
vino. Mi mamá que trabajaba en Canal 9 y nos llevaba a ver las grabaciones
de los programas de Calculín y las telenovelas. Mi perra Pancha que tuvo 8
cachorros. Las noches frías pescando con mi mamá y su mediomundo en el
muelle de La Lucila. La zía Bruna, que era tan bajita, que en la pared donde
marcábamos la estatura, marcábamos la de ella a la altura del zócalo. Las
navidades con un Papá Noel vestido de poncho salteño y todos los chiquitos
llorando de miedo bajo la mesa. Las “excursiones” con mi abuelo
y su perro Lobo por los terraplenes del FC Belgrano (que llamábamos “El
caminito de las víboras”) en busca de tesoros desechados. La calesita de
Maipú y Roca. Las mesas de los domingos largas y llenas de caras conocidas
y desconocidas, los fideos aceitosos, las discusiones sobre política y
religión que terminaban a los gritos pelados. Las cáscaras de nuez. Mi abuelo
que hacía como que se comía las hormigas. Esas noches de verano que
salíamos a cazar luciérnagas que mágicamente se convertían en dinero si
las dejábamos dentro de un vaso boca abajo. La campana que nos llamaba
a comer obligándonos a salir del agua. Ponerse la remera para la mesa era
obligación. Robarse el pan a la tarde y que nos retaran porque no alcanzaba
a la noche. Y tantas pero tantas más que me hacen sentir que con tan poco

lo tuve todo. Todo.

jueves, 30 de noviembre de 2017

Cuatro tortugas

Miro el almanaque pegado a la heladera con imanes. Tacho con una cruz de fibrón negro cada día, sin reparar en que con eso tacho el tiempo de mi existencia. Me detengo, me alejo dos pasos y observo que la mancha, la imagen que me inspira es como la de un mapa. Pero no un mapa convencional sino uno de esos que ilustraría la antigua teoría de que el mundo era un simple plano sostenido por cuatro inmensas tortugas.
Se me viene a la cabeza un plano con una grilla como un gran tablero de damas donde cada casillero lleva su orden del día. Turno con el médico, muestra de esto, examen de aquello, cumpleaños de tal, reunión con cual… Y como si fuese comiendo fichas, voy tachando sistemáticamente el objetivo del día ya cumplido, siempre lo hago a la hora de preparar la última comida del día. Por algo mi plano está en la puerta de la heladera.
Lo curioso de todo esto, es que toda la seguidilla de anotaciones termina el 19 de diciembre… Luego de eso, sólo casilleros vacíos. Es como si llegara al borde del mapa. Luego de eso el abismo. Luego de eso a flotar en el limbo, a entregarme a mi suerte y dejar que la vida me sorprenda. A esperar que ese plano, plano y llano se repliegue, se curve como un cilindro, como un tubo, y que el borde final se una con el principio, justo justo un mes y 10 días después de terminar, para volver a empezar. 

Las inmensas tortugas que sostienen mi mundo me miran sin entender de qué estoy hablando. Ok, ni yo puedo entenderme. 

martes, 28 de noviembre de 2017

Fantasías animadas de ayer y hoy

Sobremesa de domingo al mediodía, calorcito de noviembre fresquito a la sombra. Fantaseando sobre temas inusuales llegamos a tirar ideas sobre cómo cambiaríamos el mundo para mejorarlo. 
Ya estar sentados de sobremesa pensando en esto y no mirando nuestros celulares es sumar un granito de arena para mejorarlo.
Si tuviera la máquina del tiempo…
Viajaría para evitar tal guerra. 
Iría a tal lado para cambiar tal cosa. 
Inventaría, ayudaría, conocería, cambiaría…
Si pudiera viajar en el tiempo y hacer una pequeña intervención, viajaría al pasado para ponerle la pata al que inventó Mac Donalds y que se tropiece y se caiga un poquito, sólo un poquito y de un golpe perdiera la memoria y me dijera: -“¿Qué vine a hacer yo acá?”
-Viniste a construir una huerta orgánica.
-… ah, sí, sí, muchas gracias.

-De nada Mundo.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Insólito

Como siempre salgo tarde a la mañana. No es culpa de los chicos que no se levantan cuando les digo, que no se visten cuando les digo, que no toman la leche cuando les digo, que no se lavan los dientes cuando les digo.

Es culpa mía que cuando suena el despertador lo apago y lo dejo sonar dos veces más. Que antes de levantarme chequeo el whatsapp, el facebook y el instagram. Que no me levanto, no me visto, no tomo la leche ni me lavo los dientes cuando me digo…

Y por eso todos los días salimos a los tumbos, a los gritos y a los santos pedos al colegio. Nos subimos al auto a la hora que hay que estar allá y ni hablar de si nos pasa lo que nos pasó hoy.

Insólito.

Iba yo por Fleming raudamente hacia el colegio cuando un agente de prefectura me hace señas para que me detenga. Son esos operativos ridículos, un viernes a las 8 de la mañana. Venir a parar a una señora en un simpático autito amarillo, con dos niñitos sentados en el asiento de atrás, en lugar de ir a buscar ladrones, secuestradores, estafadores, políticos corruptos, etc.

Con la ventanilla baja, sonrisa diplomática, el frescor inusual de la mañana picándome los cachetes, le ofrezco mi licencia y mi cédula verde. Ni el seguro al día ni ninguna otra papeleta me son requeridos.

Cuando doy por sentado que todo está en regla observo que el agente mira hacia el habitáculo del vehículo (ambas esdrújulas).

-“No está permitido circular con zombis”

-…”¿Qué?”

-“No está permitido circular con zombis”

Pálida y muda me quedé mirando de reojo el espejo retrovisor.

El zombi mira fijamente al prefecto al mismo tiempo que sus ojos muertos se encienden en un rojo vivo intermitente que emite ondas hipnóticas imposibles de resistir.

-“Por esta vez vaya señora”

Odio que me digan señora, pienso.

Y otra vez llegamos tarde al colegio.

domingo, 19 de noviembre de 2017

Monstruos Vs. Madre

Me mandan a la cama y yo sin sueño me recuesto boca arriba con los ojos muy abiertos. A medida que me acostumbro a la oscuridad la penumbra se hace mas clara y las formas extrañas se empiezan a dibujar en las paredes de mi cuarto.

Allí esta el zombie en calzoncillos, la momia de rulos y el vampiro viejo. Me acechan, me asustan.Llamo a madre una o dos veces. Madre no viene. Madre me quiere pero no es de esas madres de cuentos y propagandas. Madre suele decir ahora no puedo, estoy cansada o dormite de una vez. Al rato siento sus pasos por la escalera. Me mira, se sienta a mi lado, me da un beso. Se recuesta y yo toco su orejita. Me duermo y sueño que vuelo.

viernes, 10 de noviembre de 2017

Avanti morocha en radio P.

Los viernes temprano sintonizo una radio que casi diría yo, suena solo para mí. Un locutor con voz entusiasta anima a la escuálida banda de oyentes a seguir remando y corona su pensamiento parafraseando con voz desentonada el tema "avanti morocha" tan trillado, tan lleno de lugares comunes, tan lleno de poesía barata, tan que nos gusta tanto.

No tires la toalla que hasta los más mancos la siguen remando. Remando… remando repito mientras el sol rajante de la 1 menos 25 atraviesa mi fina cabellera, la raya al medio se pone colorada, es que ya comienzan los calores bravos del mediodía y empezamos a tener una edad en que no nos da lo mismo salir a la calle sin protección.

El hijo de puta del 60 que viene por Paraná, dobla una cuadra antes por Talcahuano, desviando su recorrido habitual y podría apostar a que quiere zafar de éste semáforo que dura 15 segundos y te agarra 15 veces en la fila yo hago eso con frecuencia por eso lo digo. Pero el hijo de una re mil dobló antes cagándose en que yo estoy ahí hace media hora, porque como sé que pasa y 25, salí y a las 12 de casa pero ahora que lo perdí tengo que esperar hasta la 1 y a esa hora tengo que estar en el cole retirando al nene.

Más que manca me siento con los brazos amputados, pero con la necesidad de tomar decisiones prácticas y rápidas, comienzo a caminar por Fleming, por la vereda de la sombra aunque esa vereda a minutos de la 1 de la tarde tiene tanto sol como la mismísima vereda del sol. Mientras camino la primera de las 20 cuadras que me separan de mi destino pienso en las ya incontables veces que recorrí no cuadras sino decenas de kilómetros en carreras, pero claro, nunca, nunca es lo mismo. Mis zapatitos, mi vestido, mi cartera, mi motivación y mi estado mental no es el mismo, y luego de caminar 50 metros mi cabeza comienza a mandar los mensajes de cuán injusta ha sido la vida conmigo, y que hace rato lo único que hago es tapar un agujero sacando la mano de otro y ya todo a mi alrededor comienza a hacer agua. Somos dramáticas las minas sin duda.

Perdida en mis pensamientos llego a Entre Ríos. El asfalto me resulta caliente, más de lo esperado y cuando bajo la mirada veo que mis pies ya no están ahí. Dos prolijos muñones, prolijos de limados por la piedra se apoyan sosteniendo mi acalorado cuerpo. Sigo mi camino pensando en cómo llegué a ese estado y cuando subo las escaleras del cole mis piernas ya no están ahí, me las habrán cortado como al 10? Sólo soy un torso con cabeza, es todo lo que queda de mí. Un pedazo de carne suficiente para recibir el tierno abrazo de mi hijo que sale contento de verme.

Emprendemos el regreso, la sube está cargada.

No tires la tohalla que hasta los más mancos la siguen remando.





jueves, 2 de noviembre de 2017

Bancate ese defecto.

Viste cuando estás en confianza con alguien y le mostrás una parte tuya, esa que tiene ese defecto, que no te trauma pero tampoco te enorgullece, y bueno, estás en confianza, así que se lo abrís a la otra persona esperando que ella te diga, “nah… nada que ver boluda… no es pa tanto” Y en realidad te dice "uuuhh si, tenés razón boluda, qué desastre”.
En ese momento te querrás matar -literal. Una, por haber sacado a la luz la parte vergonzosa de tu cuerpo que te atormenta o no tanto y pero te hace la vida un cacho más miserable. La otra porque no podes hacer nada para arreglarla. Guita para cirugía no tenés y encima ya estás bastante vieja, por lo cual avanzando en el tobogán de la decrepitud, “esa” parte defectuosa, se pondrá cada vez más monstruosa a la par de tu caída libre en picada hacia la auto destrucción.
Es ahí cuando sentís que esa maldita deformidad es la culpable de todos tus fracasos en la vida y todos tus sueños a futuro se evaporan en el aire.
Hoy me levanté optimista. Heheyyy!

miércoles, 1 de noviembre de 2017

No me banco las hormigas

Mediodía de fin de octubre, me levanto luego de haber trabajado un par de horas, paso por el baño para refrescarme y me veo en el espejo caminando por mi pelo una hormiga negra. La retiro con tranquilidad, ya ni me sorprende tener visitantes en la cabeza… Bueno, la etapa piojos, está prácticamente superada en esta casa gracias al cielo. Pero las hormigas en mi hogar son un tema recurrente, forman parte del ciclo de vida de la casa, como las cucarachas solo que estas son detestables y las hormigas… es como una convivencia con acuerdo mutuo de partes.
Yo sé ciertamente que ellas cohabitan, en algún rincón anidan, hibernan, duermen su sueño de abril a septiembre y luego, pagaría yo por saber de dónde salen a la luz y se acercan hasta mí las muy atrevidas.
Caen del techo renegridas, culonas, patudas, caminan por mi mesa, por el canto de la pantalla retina de mi iBook. Caen sobre la escalera y por detrás de la cortina, unas aladas, brillosas casi tontas.
Las más ínfimas se reúnen en la mesada de mi cocina cuando olvido algún cuchillo con mermelada o un par de granos de azúcar.
Caminan por el cable que viene de la casa del vecino. Esa conección clandestina que quisieran denunciar con su paso, pero que callan porque le perdonamos la vida a cambio de su silencio.
Caminan por el living, por el pasillo y por el cuarto. 
Así como caen en mi pelo estoy segura que de noche caminan por mi cama, recorren mis relieves, suben por mi cara, caminan por la comisura de mi boca y quién sabe cuánto más.
Creo yo que son tantas en número que si no hago nada para combatirlas una madrugada me despertaré viendo las estrellas luego que ellas hayan al fin acabado con mi techo.
Hasta en el auto tengo hormigas, pero eso es otra historia.

Las tolero porque no puedo hacer otra cosa. No hay hortal ni remedio casero que funcione contra ellas, pero si pudiera elegir…

viernes, 20 de octubre de 2017

Un manicomio.

Hace días que me levanto a la mañana con ganas de que ya sea la noche para irme a dormir. Y no porque esté cansada, bueno, sí lo estoy y mucho. Sino más bien porque quisiera dar un salto esquivando los quilombos (no encuentro un sinónimo más fino) de la agenda del día y refugiarme bajo las sábanas donde sé que nada malo puede pasar.

La vengo cagando fiero hace un par de semanas. Por descuidada, por confiada, por no saber decir que no… Y el resultado es que me quiero bajar de todos lados, pelearme con medio mundo y salir de donde me molesta estar y por qué no, escaparme muy lejos.

Pero al final me encuentro aquí confinada en las cuatro paredes de mi casa, con los dos nenes enfermos, mirando como duermen y crecen mientras sanan y pensando que todo va a pasar, este mal momento y también esta hermosa infancia. Rápido, muy rápido. Para lo que hoy me parece insostenible siempre surge la fuerza interior y salimos a flote, aunque a veces me cueste la salud física y mental.

No puedo evitar sofocarme. No puedo evitar llorar mil veces al día ante cualquier cursilería que se me cruza. No puedo evitar putear por las presiones del trabajo y porque la guita no me alcanza.

No puedo evitar sentir culpa, impotencia y miedo.

Pero tampoco puedo evitar reírme con las bromas de mis amigos del grupo de whatsapp sin quienes mi vida sería un toque más gris. Y con eso me doy cuenta que mi cuerpo pide a gritos un espacio personal. Egoísta. Placentero.

Hoy una amiga me dice: “Necesitás una mano?” Más que una mano necesito un Mani. Un Mani-comio.

Buenas noches.

martes, 3 de octubre de 2017

Día de la Madre

Estuve leyendo por ahí los tips para elegir bien el regalo del día de la madre. Y realmente luego de sonreír al leer algunas sentencias, me detuve a pensar que todas las madres estamos rodeadas de lugares comunes en esto de los regalos.
A todas nos emocionan las obras de arte y/o artesanías hechas por las manos de nuestros vástagos. Inocentes palotes, artefactos engrudados, huellas dactilares de colores, fideos, masa, piedras…
Cuando el regalo es un objeto material de esos que se compran en tiendas, es un tema un poco más complicado.
Personalmente soy de las que recibe con afecto cualquier tipo de presente y no se fija el valor o la marca de la tienda donde fue comprado. Pero sí tengo que aceptar que me importa y mucho la intención y el mensaje que recibo con el regalo.
Recuerdo por ejemplo algún cumpleaños habiendo sido recientemente madre, y aclaro que fui de esas madres que se cuidó poco durante el embarazo y por eso ganó unos cuantos kilos… decía que recuerdo haber recibido ese año algo así como media docena de pañuelos, chalinas y bufandas, hecho que interpreté como “Gorrrda, abrígate bien ese cuello porque el cuerpo regordete no hay frazada de dos plazas que te lo cubra.”
Recuerdo también, y no solo recuerdo sino que lo cuento siempre que me viene a la memoria, haber recibido para mi cumpleaños número 40 (número redondo que para la mayoría es un hito importante) nada menos que, un piyama. Sí, no uno de lingerie sexy de satén con encaje sino uno de algodón puro, color gris, uno que todavía uso esas noches de invierno porque sé que nadie, NADIE se va a atrever a retirarme para ponerme un dedo encima. Recuerdo en otra ocasión haber recibido un chaleco de polar negro con corte de hombre que me hizo suponer que quien me lo compraba pasó por un perchero, vio que el precio le cerraba y salió del local a los 5 minutos de haber entrado. En fin, con el tiempo confirmé que poco le importaba yo a esa persona…
A lo que quiero ir en realidad, no es al valor monetario de los regalos, porque con las ideas que expreso tal vez se pueda interpretar que estoy calificando a cada regalo que he recibido, si no a la dedicación y la intención que uno pone al regalar.
No digo que siempre lo haga, pero cuando hago un presente me gusta pensar en los gustos de las personas, su música, su lectura, los colores que suele vestir, no se, encontrar algo personal, y por ahí el regalo termina siendo sólo un dibujo, pero pensando muy bien en el que lo recibe.
Como sé que se acerca el día de la madre y sé que no son mis hijos los que se ocupan del regalo material, siempre hay alguien que generosamente lo hace por ellos, más allá de lo que a ellos mismos se les puede ocurrir darme que lo atesoro en lo más profundo de mi corazón, igual escribí esta lista de sugerencias que son muy fáciles de realizar. Bueno, no sé si tan fáciles:

No quiero pilchas.
No quiero ir a un restaurant.
No quiero el desayuno en la cama.
No quiero flores.
No quiero spa.

Quiero despertarme por iniciativa propia cuando no quiera dormir más.
Quiero levantarme de la cama cuando se me antoje.
Quiero que por un día no me digan “mamá comprame”.
Quiero no escuchar peleas.
Quiero no tener que repetir ninguna frase excepto “te quiero”.
Quiero no tener que llevar ni traer a nadie de ningún lado.
Quiero no tener que hacer nada por y para nadie.
Quiero estar como, donde y con quien quiera sin dar explicaciones.
Quiero no sentir culpa.
Quiero no extrañar.
Quiero faltar de donde no quiero estar.
Quiero sentirme contenida y no desbordada.
Quiero que me llenen de besos abrazos y mimos.
Quiero que estos deseos se cumplan por al menos un día.
Y luego volver a ser la madre regular y descontrolada que suelo ser.


sábado, 16 de septiembre de 2017

Empatía

Me detuve y miré el cielo, un cielo común y corriente. No hizo falta ver un inmenso cielo estrellado para sentirme una ínfima mota de polvo flotando en el cosmos. Un cosmos tan vasto e infinito repleto de insignificantes partículas como yo misma. Y a cada partícula, cada mota de polvo si pudiera aumentarla con la lente de un poderoso microscopio, se vería cómo configura en sí misma un mundo, el pequeño universo individual que es cada persona.
A veces olvidamos este detalle, que somos casi nada y nos sumergimos en nuestro propio centro, en nuestros problemas, nuestros traumas, nuestras desgracias y también nuestros aciertos, logros y alegrías, pensando que nuestro mundo es único. Y nos dejamos llevar por la rutina olvidando que al lado nuestro hay flotando otra mota de polvo con su propia realidad y su existencia microscópica, pero única en el universo y que ella también tiene sus vivencias mejores, peores, distintas a las nuestras. Y como esa, hay otra y otra y otra y otra más. Saber abrir los ojos, ver más allá de uno mismo, escucharse, sentirse, tocarse, respetarse, compartir, aceptar y tender la mano al universo vecino eso se llama EMPATIA.

lunes, 21 de agosto de 2017

El amor en tiempos modernos

En la pacata sociedad norteamericana un hombre hincado sobre su rodilla frente a su pareja de pie es una imagen inequívoca de una proposición al compromiso matrimonial. Aunque esa costumbre esté lejos de nuestros hábitos la reconocemos y no dejamos de emocionarnos como mantequitas cuando la vemos. En nuestra cultura ya se dejó de pedir la mano. (A lo sumo se pide la clave de wifi, el currículum o el veraz). 
Así también se dejó de cortejar como en tiempos de nuestros padres. Incluso supongo que hasta las costumbres de mi generación (los que pasamos hace rato los 40) son muy diferentes de las de los jóvenes de 20 que aunque contemporáneos nos separan abismos en nuestras formas de actuar. Hoy las redes sociales consumen de cada uno un alto porcentaje de las horas del día. Y por ellas nos enteramos de la vida de la gente que conocemos más o menos porque el tiempo que perdemos en otras cosas (uso de redes sociales por ejemplo), hace que no podamos encontrarnos en carne y hueso. Y es por ese medio una se entera hoy que "está en una relación con..." Bueno, no es que no lo supiera. Es que me choqué en mi muro con semejante declaración de amor... Sí, porque yo lo tomé así, de alguien que decidió comunicarle a su mundo que comparte su corazón conmigo. Después de tanto tiempo, de tantos ungüentos, como dice la canción... Quien hubiera dicho que con un acto tan cibernéticamente pequeñito, podían dibujarme en este día frío y gris una sonrisa tan enorme.

domingo, 6 de agosto de 2017

Pensamiento sin título

“Para qué lo vamos a hacer si en algún momento nos vamos a ir…?”
Puedo asegurar que me cansé de escuchar esa pregunta/respuesta por parte de quien era mi marido durante unos cuantos largos años. Y de la mano de esa misma frase postergamos un montón de mejoras en nuestra pequeña y modesta casa, modesta pero en definitiva nuestro hogar.

Tantas veces dejé de lado el darme un simple gusto sin grandes pretensiones por considerar que no era el momento adecuado, o porque decidí (o decidieron por mí) destinar el esfuerzo a algo urgente o más importante, al menos eso pensé creer.

Como cuando uno tiene una botella de buen vino y no lo abre en espera de la ocasión perfecta y esta nunca llega. O como si quien está con vos reserva esa botella preciada para compartirla con un ser especial pero jamás la abre, es porque ese alguien especial claramente no sos vos.
Yo nunca, jamás entendí la pregunta/respuesta de mi ex marido:
“Para qué lo vamos a hacer si en algún momento nos vamos a ir…?”
Hasta que un día llegó ese momento de irse y se fue. Claro, se fue sin mi. Y sin hacer lo que había que hacer conmigo a hacerlo (o a postergarlo) con alguien más.
Y yo que aquí quedé, entre agujeros y telarañas me dí cuenta de que mi momento personal de hacer, y de beber ese exquisito vino, había llegado.

Comparto, con mis nenes hoy, no el vino, pero el fruto de mi esfuerzo para que ellos vivan modestamente mejor.

jueves, 20 de julio de 2017

Samigos, samigas.

Esto del día del amigo digamos que no es nuevo, pero tampoco de toda la vida…

Vamos a ver, debe haber sido inventado por alguna cámara comercial… la gastronómica por ejemplo? Especulando los dueños de bares y restaurantes de que sus locales se llenen con mesas laaargas de comensales que gastarán sus billetes en laaargas cuentas…

Y es que el día del amigo se inventó en este país inspirándose en el día que el hombre pisó por primera vez la luna. Qué habrán pensado? encontrar amigos en la luna..? Hello!!

La verdad es que todos tenemos amigos. No hablemos de los amigos de las redes sociales, eso es pura sarasa. O como el millón de amigos de Roberto Carlos a quien yo personalmente no le creo ni la mitad. Yo en mi Facebook tengo 293 amigos de los cuales un porcentaje bajo realmente lo es. Amigos más o menos de verdad, de carne y hueso. Sabemos que de los VERDADEROS con mayúscula hay pocos. Después cada uno tiene sus grupos, subgrupos e infragrupos de amigos. Los de la primaria, los de la secundaria, los de la facu, los de tal o cual laburo. Los de la vida. Los propios, los de la pareja, las parejas de nuestros amigos, las ex parejas de amigos, los amigos y parejas de nuestras ex parejas (los que siguen siendo, porque ya sabemos que algunos si te han visto no se acuerdan). El amigo con derecho a roce. El cónyuge amigo (que te ve como a un hermano). Las ex parejas de uno que son como amigos… (Aunque de este ítem debería hacer un capitulo aparte tan extenso como la constitución nacional).

Y entonces llega el tan esperado 20 de julio y decís: Bueno! Y esta noche con quién me junto!?

Y el whatsapp explota de mensajitos. Unos pocos personales. Son los verdaderamente sentidos. Otros colectivos que van con destino a los grupos y bueno, son medianamente sentidos. Los realmente pedorros que son esos que vienen dentro de una fotito o videito con florecitas y que empiezan con “Un amigo es…” y que terminan sugiriendote que lo mandes a 15 personas porque si lo recibís de vuelta… la puta que vale la pena estar vivo!!!

Como decía antes de irme por las ramas, llega el 20 de julio y con gran entusiasmo durante la mañana estás pensando con quiénes compartirás la laaarga mesa de la cena, pero resulta que mientras van pasando las horas del día, vas comprobando que la lista (y la mesa) larga se va acortando por el solo hecho de que muchos de tus amigos tienen otros amigos (que no comparten contigo) y que han puesto como prioridad a ellos y no a ti, no por nada personal ojo, en su festejo de la ocasión. Y bueno a no amargarse. Llegadas las 8 de la noche te encontrarás en una mesa no tan larga, pero mesa al fin. Mesa para dos, vos y tu gato. No ponés velas, no porque la gala no lo amerite, sino porque la luz azulada del televisor termina de crear el clima perfecto de la velada. Pedimos empanadas Micifuz? si, ya sé, para vos de atún….

En conclusión… pese a todas esas vicisitudes en día del amigo es un invento nacional bastante feliz.

Digo, para mí mejor que cualquier otra fiesta, porque uno elige realmente con quien pasarla como que elige a sus propios amigos sin que nadie se lo imponga. Aunque sea un Micifuz.

Y aquí estamos él y yo. Salud amigos.

sábado, 15 de julio de 2017

El Gato Papa Frita, Chapter 36

Un día llegó el día en que Papa Frita hubo de regresar de su viaje de campamento, habiéndola pasado requete bien, conociendo lugares y personas nuevas. Tan bien la pasó en su viaje que algunas noches olvidó buscar la estrella más brillante, otras simplemente cayó rendido de cansancio antes de poder hacerlo. Pero a pesar de eso nunca se olvidó de su mamá y la recordó con mucho cariño todo el tiempo y cada vez que le pasaba una cosa buena. Por fin al llegar a casa corrió a darle un abrazote grande y a reencontrarse con sus queridos y extrañados juguetes que tanto le gustan.
Ahora sí, esta loca saga llegó a su fin. Mis queridos chichipíos, vermouth conmigo y Cat Chow!

El Gato Papa Frita, Chapter 35


Para terminar con el tema de las frases quiero contarles el verdadero origen de la frase: “Buscarle la quinta pata al gato”. Lejos de lo que la gente piensa, se cuenta por ahí que el gato Papa Frita vivía en una pequeña granja que solo tenía un gallo y cinco patas. Una mañana se levantó al canto del gallo y se dio cuenta de que le faltaba una de las patas. Angustiado salió por el barrio en su búsqueda y todos sus amables vecinos se solidarizaron con él en lo que se llamó por primera vez en la historia, el día de buscarle la quinta pata al gato.

Carlota, Plastilina y otras cosas más

  Hola a todos!. Hace mil que no muevo esta página y no por que no haya hecho nada durante todo este tiempo. Hoy les quiero contar que en mi...